jueves, abril 14, 2011

Breve estudio sobre el cartel taurino

Los carteles taurinos españoles están compuestos de tal modo, que por sí solos son capaces de sacar el dinero a las mismas piedras” (Charles Hiatt)

Cultoro revista digital Hasta no hace mucho tiempo el mundo de la publicidad consideró al francés Lalance como el autor del primer cartel de la historia. Fue en 1836 cuando una empresa editora del país vecino le encargó la realización de un mural que diera publicidad a un libro recién publicado, cuyo título era “Comment meurent les femmes”. Durante muchas décadas se consideró a este hombre el precursor de un nuevo sistema de propaganda, que se iba a extender por el mundo de forma prodigiosa; sin embargo, el historiador español Santos Torroella vino a dejar claro que el cartel publicitario, en justicia, era una modalidad mucho más antigua que tenía en el toreo el motivo de su inspiración. Esa afirmación fue refrendada en 1959 por el periodista y abogado Antonio Gómez Ramos, quien sacó a la luz pública el hallazgo de un cartel de toros fechado en 1737 en el que se anunciaba una corrida de toros en Madrid a beneficio de los Reales Hospitales.

Cierto es que la composición de los carteles taurinos hasta la última década del siglo XIX fue exclusivamente tipográfica, pero a nadie escapa el hecho de que como función puramente publicitaria, el cartel taurino español fue el verdadero precursor de un nuevo sistema de propaganda.

Dos son los tipos de carteles tipográficos que se extendieron por nuestro país a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Uno era el boletín isabelino que se estampaba con exclusividad en las fachadas de la Corte. Éste, a diferencia del utilizado en provincias, se encabezaba con el nombre del rey: “El Rey Nuestro Señor”. Pero el tiempo y los nuevos usos acabaron con estas formas para imponerse ese cartel de provincias que anunciaba “Toros en Madrid”.

Con el tiempo, el papel, que sólo contenía textos, fue dejando espacio a motivos geométricos y viñetas que trataban de hacer más atractivo el anuncio; sin embargo, la verdadera revolución del cartel de toros vino en 1879 de la mano y el pincel de un pintor zaragozano, Marcelino de Unzeta, que dibujó y coloreó un papel para reproducirlo en copias por todas las fachadas de Zaragoza. Cierto es que antes se utilizaron los llamados cromos taurinos, que tendrían su parangón actual en lo que conocemos como el programa de mano. Además, Unzeta da carta de naturaleza al cartel de toros en 1897, año en el que presenta una de sus obras en las Exposición Internacional de San Petersburgo (Rusia), dándolo a conocer a todo el mundo.

Surgen entonces los primeros pintores dedicados a este nuevo género, entre los que destacan Daniel Perea, ilustrador de la revista La Lidia, o Labarta.

Pero es en la llamada Edad de Oro del cartel de toros cuando éste alcanza las cotas de mayor relevancia. Autores como Palau, Roberto Domingo o Ruano Llopis hacen del cartel de toros una verdadera obra de arte que se extenderá en el tiempo durante los años 20, 30 y 40, siendo la Imprenta Litográfica de Valencia, la receptora de todos esos trabajos y la encargada de divulgar los carteles por todas las ferias de España.

La mujer, objeto de deseo.

Cuatro son los temas sobre los que se han inspirado todas las generaciones de artistas dedicados a este campo a la hora de confeccionar el cartel, palabra ésta que viene de carta, de ahí que en su origen portara una especie de sello al modo en el que las comunicaciones escritas se han desarrollado siempre. Los temas mencionados son el toro, el toreo, la mujer y otros, en los que se pueden incluir rejoneadores, mulillas, taquillas, plazas de toros, etc.

Sería muy largo analizar cada uno de los campos reseñados, aunque sí diremos que durante largo tiempo fue la mirada sensual de una mujer la forma más efectiva de atraer la atención de un hombre en la calle. La belleza de esas impresiones ocupan ahora las mejores colecciones de España y Francia, lugar en el que durante mucho tiempo se han pagado importantes cantidades de dinero por piezas que son obras de arte que muchos aficionados al arte sí tienen en consideración.

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